Por Dra. Elidenia Velásquez
Palabras pronunciadas por la autora en la puesta en circulación del libro Lágrimas de otoño
Buenas noches distinguidos miembros de la mesa de honor, amigos, compañeros del interiorismo, colegas, damas y caballeros. Bienvenidos sean todos! Agradezco infinitamente la gentileza de su presencia en esta noche, en la cual la poesía es la reina de la fiesta; la poesía que acaricia el alma con susurros de nostalgia y en ocasiones de melancolía; la poesía que llena los rincones de la noche y hace querer contemplar las maravillas del abismo en delirante soledad.
Mi conversatorio con ustedes lo he titulado: “Y por qué poesía?”, pero antes, quiero agradecer a: Dios por la vida y por la oportunidad de estar con ustedes en esta memorable noche; a mi familia que es el sostén emocional de mi vivir, a don Bruno Rosario Candelier, presidente del Interiorismo, a quien está dedicado este libro, por ser un maestro consagrado, un cultor de la palabra y por sobre todo una inspiración para los jóvenes escritores, que como yo, se aventuran en este apasionante mundo.
Mi agradecimiento eterno al poeta Leopoldo Minaya, por el lúcido prólogo realizado para el libro “Lagrimas de otono”; a mi amigo, el poeta Víctor Escarramán por sus emotivas palabras sobre mi persona y al escritor Rafael Rodríguez, presidente de Río de Oro Editores, por su valiosa ayuda, por su paciencia y por su acompañamiento en este camino.
Hago extensivo el sentimiento de gratitud a la poeta Josanny Moní, por la excelente maestría de ceremonias que está llevando a cabo, y al Centro Cultural de España Santo Domingo, en la persona del señor Raymundo Mejías, por la amabilidad de acogernos en sus hermosas instalaciones. Les aseguro que tengo una razón especial por la cual agradecer a cada uno de los aquí presentes.
Es difícil de explicar qué es la poesía. A través de los siglos, poetas e iluminados han tratado de definirla, tornándose en cada definición más difícil y complejo; Constituye un verdadero desafio para los poetas tratar de plasmar en palabras el sentir verdadero para definir algo tan etereo como la poesía.
Quizás, la poesía sea una sombra incolora que transita en la oscuridad de la noche, deambulando en los átomos del silencio que secuestra el sueño y viaja con los latidos del tiempo hasta las entrañas de la misma nostalgia y melancolía. O puede tratarse de un fuego que no quema, pero incendia la paz y la cordura del subconsciente.
Para el afamado escritor dominicano, José Mármol, “la poesía transforma el éxtasis en parsimonia y el desasosiego en ruta hacia la fiesta de vivir, de pensar y sentir por medio de la expresión estética, por medio de la unión del concepto y la imagen”.

La poesía enamora, atrae y convida a incursionar en un profundo abismo de emociones. Cómo no amar y suspirar al leer o escuchar lo expuesto por el Sabio Salomón en el Cantar de los Cantares: “!Oh, si él me besare con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino”. O tal vez llorar con la melancolía y el desborde de pasión de Lord Byron cuando en su poema “Acuerdate de mi” canta: “llora en silencio mi alma solitaria , excepto cuando está mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y de mutuo amor”.
Sentir la poesía es parecido a caminar descalzo por el pasto inundado de rocío cuando se manifiesta la aurora, una sensación sublime que viaja por los corpúsculos y nervios hasta llegar al centro del cerebro en forma de imágenes; o quizás, parecido a sentir filosa daga en el enamorado corazón, el que palpita desordenado con una mirada furtiva, con unos olores o sabores, el que late con la esperanza de su redención en los brazos del amado.
Sentir la poesía puede que sea semejante a observar la luna en una noche de insomnio cuando el sueño escapa con el juicio y la razón; o puede ser como detenerse al lado del camino para contemplar una rutinaria puesta de sol. Sentir la poesía es vivir con la certeza de que, sin importar las mezquindades, el mundo es un lugar hermoso, un paraíso que gira a ciegas por un universo de colores.
Por último, sentir la poesía es ver la vida desde la parte inferior del bordado; ver las complejidades, los infortunios, sentir los avatares del tiempo, pero siempre con la confianza de que, aunque no se vea, el resultado de la obra será lúdico, será una verdadera obra de arte.
¿Y por qué el título de Lágrimas de otoño?
Cada una las estaciones tiene un encanto peculiar. El frío y silencio del invierno cala los huesos, la algarabía de colores y alegría de la primavera invita a la vida, el calor sofocante y la emoción del verano llama a la aventura; cada una se disfruta por sus particularidades.
No obstante, el otoño es diferente. Es una estación coloreada y silente, cargada de un extraño matiz, durante el cual los colores de la tierra se impregnan en los árboles y en los atardeceres. Tiene un aroma que embriaga los sentidos. El amanecer es glorioso, con un juego de colores de diferentes tonalidades que al solo contemplarlo nos llena de éxtasis la imaginación. La paz y resignación del otoño solo es comparada con el efecto y sabiduría que dejan las canas y los años en el ser humano.
El otoño ve la vida desde otro ángulo, desde otro punto de vista. Ya no como la presuntuosa primavera o el intenso verano, sino más bien, con la paz y mansedumbre de quien ha vivido y prepara su alma para el duro invierno. Por tanto el otoño es mi amigo, me encantan sus colores y la sensación de pérdida inminente que se percibe en su silencio.
Soy fanática de esta sabia estación. Desde la soledad de mi ventana le cuento cosas y ella me muestra su devenir y cómo, en silencio, se prepara para el fin; sin embargo, en su interior aguarda la infinita esperanza de renacer nuevamente; luego de un duro invierno volverá a sentir en su interior el ardor de la primavera.
“abro las ventanas de la vida y encuentro un otoño seco, roto por las agujas del reloj que presurosas le invitan a partir, creo que perdió el color intentando ser primavera. Es costumbre bajo este cielo hueco el querer ser otra cosa. Jamás el otoño llegaría a ser primavera, su mesura y prudencia contrastan con la algarabía y esplendor de la reina de las estaciones. En mi ventana el otoño ha cambiado, perdió el mágico misterio, los árboles inertes no dicen nada, solo suspiran aguardando la prometida primavera”.
Por esa cantera de emociones que generan las estaciones en el sentir de las sensibilidades humanas es que quiero recordar parte del hermoso poema llamado “Primavera”, del libro “Estaciones” de la admirada poeta dominicana, Ana María Fiallo:
“He tomado de la magia de ese tu mundo que vaga por el tiempo para perfumar mi cuerpo y creer que estas en torno mío rasgando mi garganta en arrullos. Allí reposa mi corazón mecido entre tus manos como la ofrenda del trigo en la hora del sacrificio vespertino. Allí duermen mis temores y fracasos. Se entretejen los vientos y la lluvia. El verano no tiene más tiempo ni el otoño dora hojas para engañar al invierno. Allí está la primavera de mi infancia como el susurro de aguas cristalinas”.
La poesía se alimenta de las emociones, y las emociones cantan con los labios de la poesía. Alegría, tristeza, dolor, paz, angustia, pesar, ansiedad, serenidad, armonía, etc., todas son un suculento manjar para nutrir el ensueño poético de un corazón sensible que canta cada mañana desde una ventana.
Me despido compartiendo con ustedes el poema que da título al libro:
Lágrimas de otoño
He vuelto a contemplar el alba en este otoño,
a sentir la soledad que trae en sus brazos la mañana,
a ocultar sollozos de inquietud que sin permiso regresan.
Lágrimas de otoño en horizonte dormido,
y en la memoria del tiempo
un recuerdo fugaz deambula, surcando el porvenir.
Lágrimas de otoño por mis ojos, aroma a café,
frío en la mañana; y yo, sin abrigo,
contando los colores del amanecer.
Destila paz el silencio, inerte, solo respiro,
mientras el rocío humedece mi cara
y los sueños de la aurora en la espuma hacen nido.
Lágrimas de otoño en mis pupilas…
Lánguida, un ave canta en mi ventana,
tal vez llora sus penas;
su trinar consterna mi alma.
Luz de sol que abraza las flores,
en confusión aparente un deseo palpita,
soledad indiferente me embriaga,
y de tanto desear, la noche agoniza.
Lágrima desnuda llena de nostalgia la mañana,
caen sus colores al suelo y tiñen de bermejo a la
esperanza tímida, y en el fondo del mar, a mi reflejo.
Lágrimas de otoño anegan mi cara.
El alma del mundo, en sosiego, perdió su calor.
Caen las hojas del alba, en silencio…
Son pétalos de amor.
A mi portal el viento trae rumor de tristeza.
Pensativa, contemplo la ilusión,
añorando los abrazos ausentes,
recogiendo en una lágrima un trocito de sol.
Lágrimas de otoño en el silencio,
lágrimas de mis ojos en el amanecer,
lágrimas del mundo en un suspiro,
lágrimas derramadas en soledad, sin un porqué.
Muchas gracias.
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