En cada niño nace la humanidad.
Jacinto Benavente
Por Dra. Marcia Castillo
En 1959 la Asamblea General De Las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, esta es la primera que reconoce el derecho de los niños a la educación, al juego, a la atención de la salud y a tener un entorno que los proteja. Tuvieron que pasar tres décadas (1989), para que la Asamblea aprobara la Convención sobre los Derechos del Niño, así se resaltaba el protagonismo de los niños y niñas como sujetos de derechos. Este documento establece unas normas esenciales para garantizar la protección de los derechos de los niños y niñas denominada “Derechos Fundamentales de los niños y las niñas”, y todos los hombres, desde la familia hasta el Estado están compelidos a sumar todos los esfuerzos necesarios, sostenidos y viables para que estos se cumplan o no se quebranten.
La Dra. María Montessori es conocida por su adelantado método pedagógico, no obstante, su formación primigenia fue la psiquiatría, y como especialista en la conducta humana conocía bien cómo funcionaba el aparato psíquico del niño, futuro hombre y forjador de otros hombres. Montessori dijo una vez: “Si la ayuda y la salvación han de llegar solo puede ser a través de los niños porque los niños son los creadores de la humanidad”.

Esto plantea una cuestión honda y reflexiva porque la psiquis del mundo esta desestructurada y lastimada y no parece avistar signos de mejoría. No estamos listos para concebir el mundo como se vislumbra actualmente, ya no hay un fantasma recorriendo toda Europa, colándose por todas partes como decía el manifiesto de Marx y Engels. Hoy día hay otros fantasmas: la inercia, la disforia, la apatía y la atomización del hombre se esparcen por todo el mundo y aprietan con mano férrea las sienes y el pecho del ser humano, entonces me pregunto si seis décadas después del planteamiento de los derechos fundamentales obedecían a otra forma de ver y sentir ¿deberíamos replanteárnoslos? ¡Tenemos que replantéanoslo! Pues solo con ellos, como dice Montessori, puede llegar la salvación.

- EL niño tiene derecho a no tener miedo en ningún lugar, yendo al colmado, en su habitación mientras sus padres discuten, en el recreo de la escuela o incluso si se queda solo con el tío o el novio de su madre. Si el niño tiene miedo tendrá derecho a ser consolado, comprendido y amparado, nunca invalidado o invisibilizado.
- El niño tiene derecho a preguntar ¿por qué? cuántas veces necesite hacerlo sin que el adulto se incomode, lo tilden de molesto, lo mande a callar o le diga que ya llegará su tiempo de entenderlo.
- El niño tiene derecho a llorar sin que se invalide su dolor. Nunca se le dirá que los hombres no lloran, o que es grande para llorar o que no es tan grave lo que le aqueja. Tendrá derecho a llorar en público o en privado, según dicten sus sentimientos. Hágale saber que usted está ahí para contenerlo, abrazarlo y si él le pide, solo si él se lo pide, darle su espacio.
- El niño tiene derecho a la fantasía, a tener esperanza, a apreciar la belleza, a comprender el valor de la compasión, a darla y recibirla, tiene el derecho a sentirse vulnerable y aprender que siempre habrá personas igual o más vulnerables que él. También tiene derecho a reír cuando algo le parezca gracioso, sin que sea tildado de bobo. La sonrisa en su cara es uno de nuestros más grandes deberes y la mayor presea.
- El niño tiene derecho a sentirse bien consigo mismo, con su cuerpo, con sus facultades y su corazón, expresiones como: muy flaco, muy gordo, enano, grandulón, bobo, torpe, menos que fulano, más que fulano, se evitarán a toda costa del discurso de los adultos.
- El niño tiene derecho a ser niño mientras sea niño. No puede ser el hombre de la casa, ni la moneda de intercambio en los divorcios, no puede convertirse en un espía de los padres separados, ni guardasecretos de las visitas a los amantes. No es una nana de los padres en duelo durante la separación.
- El niño tiene derecho a ir a su ritmo, no tiene que ser el mejor de la clase, del karate, del inglés o del fútbol, no siempre tiene que sacar notas excelentes y ser el más aplicado y popular. Un niño tiene derecho a equivocarse y saber que no es el fin del mundo. Tiene derecho a cantar en el carro las canciones que le gustan, su deber será dejar el celular y cantarla con ellos.
- El niño tiene el derecho de saludar al vecino, saber su nombre, darle los buenos días y ayudar a la señora mayor del piso de arriba con las bolsas cuando suba al ascensor y desearle buen día. Su deber como padre es enseñárselo.
- El niño tiene derecho a sentirse angustiado por una pesadilla, por el cambio de colegio, de casa, de vida, por la enfermedad o muerte de alguien querido; su deber será buscar las estrategias para informárselo, acompañarlo en el proceso de entendimiento y darle tiempo a que procese sus emociones.
- El niño tiene derecho a ser respetado en sus diferencias y en la construcción de su autonomía, el derecho a que sus padres respeten mutuamente su dignidad, a no crecer roto en una denigración constante; el niño tiene derecho al abrazo, al amor, a que su padre no mate a su madre o que su madre no desfigure la figura moral de su padre.
Todos nosotros, los adultos, tenemos el deber urgente y necesario de cumplir cabal y sinceramente con todos y cada uno de estos derechos. El mañana está esperando y debemos empezar a cimentarlo hoy. Apremia hacernos salvaguardas y amanuenses de estos derechos, aunque no estén en la carta de los derechos fundamentales, ya que nunca es tan grande un hombre, como dijo el poeta, como cuando se arrodilla para ayudar un niño.
Debemos hacerlo ¡tenemos que hacerlo!