El cerebro en situaciones de catástrofe y las neuronas espejo
Por Dra. Marcia Castillo
Foto: https://www.bbc.com/mundo/articles/cm2xxx813n3o (Getty Images)
Irene Vallejo es una de mis escritoras favoritas. Su amor por el lenguaje y el esmero en el cuidado de la palabra alcanzaron su cima con el lanzamiento de su libro El infinito en un junco, un ensayo en el que narra el viaje histórico de los libros. Desde entonces, leo con voracidad todo lo que escribe.
Hace unos días, Vallejo publicó un artículo que cerraba con una frase poderosa: «La palabra nosotros siempre contendrá los otros». Hablaba de la responsabilidad que tenemos con los demás y, en cierto modo, de lo que Emmanuel Levinas enmarcaba dentro de la alteridad: el reconocimiento del otro como un igual, como parte de uno mismo.
Las catástrofes y situaciones de emergencia —terremotos, tsunamis, pandemias, muertes colectivas por causas no naturales— representan desafíos abrumadores que ponen a prueba al ser humano en múltiples dimensiones. Estos eventos extremos pueden desencadenar una amplia gama de respuestas emocionales y conductuales, influenciadas tanto por el funcionamiento del cerebro como por factores culturales y contextuales. En esencia, frente a la pérdida humana, uno no es más que otro ser humano. Como dijo el poeta: «No pregunto a la persona herida cómo se siente. Yo mismo me convierto en la persona herida».
Un aspecto clave para comprender cómo reacciona el cerebro en estas circunstancias es el papel de las neuronas espejo, un circuito neuronal que se activa tanto cuando una persona realiza una acción como cuando observa a otra hacer lo mismo. En la década de 1990, el equipo del neurocientífico Giacomo Rizzolatti sentó las bases de este mecanismo neurocognitivo. Rascarse la cabeza, simular que se come un maní y observar a un macaco imitarlo fueron pistas fundamentales para descubrir el papel de estas células espejo en la cognición social y en la capacidad de empatizar.

Imagen: https://gabinetpsicologicmataro.com/que-son-las-neuronas-espejo/
Cuando una catástrofe muerde el corazón de una sociedad, las respuestas individuales pueden variar significativamente en función de la activación de las neuronas espejo y de la capacidad para conectar emocionalmente con quienes sufren. Algunas personas, con una mayor activación de este sistema, pueden experimentar emociones intensas: tristeza profunda, sueños con el evento, o una empatía movilizadora que se traduce en solidaridad genuina, compasión y un deseo auténtico de ayudar.
Por el contrario, quienes tienen una menor activación de estas neuronas pueden mostrar empatía reducida o indiferencia, manifestada en conductas egoístas o pasivas. Esta variabilidad responde a múltiples factores: biológicos, psicológicos, sociales y culturales. No podemos reducir toda la respuesta humana a la biología. La moral, el civismo y la ética también contienen elementos que orientan nuestras acciones. Como escribió R. Alberti:
Canto, río, con tus aguas: / De piedra, los que no lloran. / De piedra, los que no lloran. / De piedra, los que no lloran. / Yo nunca seré de piedra. / Lloraré cuando haga falta. / Lloraré cuando haga falta. / Lloraré cuando haga falta. / Canto, río, con tus aguas: / De piedra, los que no gritan. / De piedra, los que no ríen. / De piedra, los que no cantan. / Yo nunca seré de piedra. / Gritaré cuando haga falta. / Reiré cuando haga falta. / Cantaré cuando haga falta.
Antes que un científico observe al macaco imitando, hay un marco ético que le permite interpretar esa conducta desde una dimensión humana.
También es posible que, en ciertos contextos, ocurra lo contrario: el estrés y la ansiedad provocados por una catástrofe afecten negativamente el funcionamiento de las neuronas espejo y otras estructuras cerebrales relacionadas con la regulación emocional y cognitiva. En situaciones de alta presión, la empatía y la toma racional de decisiones pueden verse comprometidas, alterando la forma en que las personas responden a la crisis.
Los procesos cognitivos, emocionales y neurales se entrelazan profundamente. Las neuronas espejo juegan un papel esencial en nuestra capacidad de comprensión mutua y acción conjunta, lo que influye directamente en nuestra reacción frente a situaciones límite. Comprender estos mecanismos puede ayudarnos a fomentar la solidaridad y la cooperación en tiempos difíciles. Pero también, como recordaba Jung, a no olvidar nuestra humanidad: «Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana».
Solo así podremos construir una sociedad más compasiva, más consciente de que en cada nosotros habitan también los otros.
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