Retrato en sepia de la Enfermedad de Alzheimer
Por Dra. Marcia Castillo (neuróloga)
Foto: https://www.bbc.com/mundo/noticias-44483590 (Foto de dominio público)
Mi nombre es Auguste Deter. Nací en mayo de 1850 en Kassel, a orillas del Fulda, cerca de Fráncfort. Mi apellido paterno no consta en ningún registro médico o histórico, pero si buscas mi nombre, lo encontrarás indisolublemente ligado a dos apellidos: Deter, por mi esposo Karl, y Alzheimer, la persona a cargo de “mi caso” desde el principio hasta el final de mis días. En justa ley, resaltaré que, además de ser un entusiasta investigador de mentes distorsionadas, fue un hombre excepcional. La posteridad lo reconocerá, pero su mayor mérito fue hurgar en mi cerebro. Alois, mi médico, se llamaba Alois Alzheimer, y yo fui la paciente 0 con esa condición. ¿Cómo imaginar la cantidad de casos futuros y las profundas dimensiones humanas que alcanzaría en todo el mundo?
Debo decir que Karl era trabajador y bueno, pero, como gente de pueblo, estábamos bien instruidos. Yo apenas tenía 53 años y ya comenzaba a extraviarme en las habitaciones y en mi pensamiento. No puedo dormir. Hay alguien en la habitación. “Esa voz, esa voz” que me sigue donde voy, está dentro y fuera de mi cabeza. “¡Que se callen, que alguien las calle, por favor!” A veces me paralizo. Anochece, y así también se hace noche en mis sentidos. Tengo miedo. Esta casa no es mi casa, aunque ellos digan que sí… Quiero volver a Kassel con mi madre y ver el río. Recojo mis cosas. Ese hombre, haciéndose pasar por mi esposo, me sujeta para que no salga. Se parece a Karl, usa su ropa, pero no, me engaña. ¡Ayúdenme, me quiere matar! Amanece claro. ¡Hola, hija! La beso mucho y lloro amargamente. ¿Olvidaré su cara o su nombre pronto? ¿Les dije que tengo una hija? Veo nítidamente a mi esposo, mi sala, mis manteles, fotos de boda… pero solamente a veces. Una vida juntos y él ya no pudo más; me dejó aquí. Sola y presa, me estoy perdiendo.
25 de noviembre de 1901, en el consultorio con el Dr. Alois Alzheimer.
—”¿Cuál es tu nombre?”
—”Auguste.”
—”¿Nombre familiar?”
—”Auguste.”
—”¿Es el nombre de tu marido?”
Duda, finalmente responde:
—”Creo… Auguste.”
—”¿Tu marido?”
—”Oh, no.”
—”¿Cuál es tu edad?”
—”Cincuenta y uno.”
—”¿Dónde vives?”
—”Oh, ¿estás acá?”
—”¿Eres casada?”
—”Oh, estoy tan confundida.”
—”¿Dónde estás ahora mismo?”
—”Aquí y en todas partes, aquí y ahora. No tienes que pensar mal de mí.”
—”¿Dónde estás en este momento?”
—”Viviremos allí.”
—”¿Dónde está tu cama?”
—”¿Dónde debería estar?”
Segunda entrevista: mismo día, durante el almuerzo
Respuestas erróneas e inconexas a las preguntas formuladas. Momentáneamente parece tener conciencia de sus errores.
Termina la entrevista. Escriba “Auguste” (mientras está escribiendo, repetidamente dice, “me he perdido, por así decirlo”).
Gracias al Dr. Konrad Maurer y sus colegas Volk y Gerbaldo por su publicación en The Lancet en 1996: “Entrevista original Alzheimer-Auguste”. La narrativa inicial es lo que pudo ser y tal vez fue.