Por: Dra. Marcia Castillo
“Yo nunca hubiera imaginado que ustedes, las mujeres, iban a mandarnos. Hasta me reí al comienzo de la campaña electoral, se lo admito, cuando aparecieron presentando su partido con la bandera del piecito. Cierto que llevaban a un personaje como Viviana Sanson de candidata, pero a mí eso no me parecía suficiente”.
Este es un fragmento de El país de las mujeres, de Gioconda Belli, novela que narra la historia de un estado utópico, encabezado en todos sus estratos por mujeres inteligentes, lideresas y con múltiples atributos. El propósito del partido es intentar sanear una nación. Este párrafo relata una parte del interrogatorio realizado a uno de los personajes masculinos tras el atentado perpetrado a la primera ministra. He aquí donde todo comienza a tambalearse.
No vamos a hacer spoiler del libro en este artículo, pero vale la pena señalar la sagacidad de la autora, el donaire con que la han revestido los años y la cantidad de premios literarios que han galardonado su carrera. De aquel país por el que luchó, primero desde el antisomosismo, luego desde los múltiples exilios usando las palabras como balas, y finalmente, tras su reciente declaración como detractora del régimen que la declaró apátrida junto a otros intelectuales nicaragüenses. A G. Belli le quitaron su nacionalidad como se quita un papel cualquiera, y con ello, el derecho a volver por ahora a su tierra y a su gente.
Mujer postmoderna, estándares de éxito y salud mental
Para reconocer el valor simbólico y el poder real de las palabras hay que recurrir a la etimología según Nietzsche. Éxito viene del latín exitus que significa salida, fin, es decir, se trata del resultado, lo que hay al final de una acción, de un proyecto, de una vida. Tiene una connotación positiva, para que el resultado sea un éxito tiene que ser bueno, porque si no lo es, existe otra palabra: fracaso.
Al terminar tu carrera, y dos maestrías con laudos académicos, te das de bruces con la presión de un mercado que produce profesionales al vapor y terriblemente competitivos. Todo apunta a que necesitas esforzarte más, trabajar con más denuedo, pasión y creatividad, estar siempre de buen ánimo, sacrificar tus horas de descanso y de ocio porque la hiperproductividad es la vara con que se va midiendo la escalada a la cima; dispuesto siempre y en buena forma física, porque eso dice mucho de ti, de tu empoderamiento y tu vitalidad, mas allá de lo que esto representa para la salud o el bienestar psicofísico. El éxito hoy también se mide por validación, por “parecer”, y a pura fuerza de like.
Para las mujeres el camino al éxito tiene más obstáculos. Hay que sortear todos los artefactos anteriores, pero sin sudar y sin despeinarse. Esto parece vacuo porque también menstruamos, ovulamos, nos embarazamos y lactamos, y aunque todo es “natural”, no es natural la depresión post-parto, ni tener que salir de una reunión importante porque estás en “tus días” y debes revisar si estas “ok”; acudir puntual al trabajo, como sonámbula, porque aun en estos tiempos de equidad mamá es la que amanece cuando el niño tiene asma y nadie es hermosa con ojeras ni inteligente después de una noche de insomnio y angustia.
Tenemos que repensar honestamente el modelo actual de éxito para buscar un equilibrio:
1- Sabiéndonos seres en constante maduración y vulnerables, pero sobre todo entendiendo que las expectativas de la postmodernidad no siempre son saludablemente alcanzables.
2- En general, nos gusta lo difícil porque cuando se consigue nos hace sentir más orgullosas (lo fácil no suele alimentar tanto al ego como lo difícil). Tener en cuenta que en la consecución de los objetivos puede haber una cuota de dolor, infelicidad y pérdida, lecciones para el futuro que merecen sopesarse.
3- Hay que trabajar en el autoconocimiento, reconocer nuestras debilidades y fortalecer nuestras virtudes, abrazar la resiliencia y nuestra autenticidad para no ir en contra de nuestra esencia o caer en la trampa de los excesos buscando aceptación o validación. Como expresó Krishnamurti: “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.
El éxito de aquel país plasmado por G. Belli no parece llegar, mucho menos espacios de equidad, pero, para eso sirve la utopía, dice el poeta… para caminar, así que aquí seguimos, respirando, aprendiendo, madurando y caminando.