SANTO DOMINGO.- Ramón tiene 38 años. Se levanta todos los días a las 6:00 a.m., toma café sin azúcar y sale rumbo a una oficina donde ha trabajado por más de una década. Cumple. Es responsable. Pero hay algo que desde hace meses le pesa más que el cansancio: la sensación de estar detenido. No infeliz, pero sí estancado. No mal, pero tampoco donde quiere estar.
Una tarde, mientras ayudaba a su hijo con una tarea sobre profesiones, su hijo le preguntó sin rodeos: “¿Tú siempre vas a trabajar para otro?”. Ramón se quedó en silencio. No tenía una respuesta clara. Solo una certeza: quería intentar algo más. Algo propio.
Esa escena, que parecería anecdótica, se repite en miles de hogares dominicanos. Cada vez más empleados formales comienzan a preguntarse si es posible salir del molde, si pueden convertirse en emprendedores sin poner en riesgo lo que ya tienen. La respuesta, aunque no mágica ni fácil, es sí.
Un fenómeno en crecimiento silencioso
La República Dominicana ha visto crecer en los últimos años una oleada de emprendimientos nacidos desde la cotidianidad. Según el Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM), al menos un 48 por ciento de los nuevos negocios registrados en el país durante el último año fueron iniciados por personas que aún conservaban un empleo fijo.
La tendencia se mueve en barrios, oficinas, salones de belleza, talleres mecánicos y pasillos universitarios. No se trata de un salto al vacío, sino de una transición. Un paso de lo seguro a lo incierto, sí, pero también de lo automático a lo significativo.
El primer paso no es renunciar
Contrario a lo que promueven muchas cuentas en redes sociales, dejar el empleo de inmediato no es el camino más recomendable. De hecho, los expertos coinciden en que la mejor forma de emprender es hacerlo en paralelo, con prudencia, organización y enfoque.
Lo primero es reconocer las habilidades y recursos disponibles. No todo emprendimiento necesita capital inmediato; algunos solo requieren conocimiento, tiempo y conexión con una necesidad concreta del entorno.
Historias como la de Johanny, una joven que comenzó vendiendo postres por encargo desde su cocina mientras trabajaba como recepcionista, son cada vez más comunes. Hoy, Johanny no solo tiene una clientela estable, sino que planea abrir su primer local. Todo comenzó con una licuadora, un horno viejo y un grupo de WhatsApp.
La educación como base silenciosa
Uno de los obstáculos más frecuentes es el desconocimiento. Muchos empleados que quieren emprender no saben por dónde empezar. Aquí, la educación informal y los recursos gratuitos juegan un papel fundamental.
El portal Emprende MICM, junto al INFOTEP y otras instituciones públicas, ofrece talleres, cursos y manuales prácticos sobre cómo iniciar un pequeño negocio. No se trata de cursar una carrera completa, sino de adquirir herramientas básicas: cómo organizar ingresos, cómo registrar un nombre comercial, cómo estructurar precios.
Más allá del entusiasmo, emprender exige aprender a gestionar.
Tiempo, miedo y estructura
El tiempo es quizás el bien más escaso para quien trabaja. Por eso, los emprendimientos que logran sostenerse en paralelo al empleo son los que cuentan con una estructura mínima. Un horario delimitado, tareas específicas y metas reales.
Pero más que la falta de tiempo, lo que suele frenar es el miedo. Al fracaso, al qué dirán, a perder estabilidad. Emprender no es eliminar el miedo, sino aprender a actuar a pesar de él. La mayoría de los emprendedores exitosos no comenzaron seguros. Comenzaron con dudas, pero comenzaron.
¿Cuándo hacer el salto definitivo?
Hay un momento en que el negocio empieza a exigir más. Las órdenes aumentan, los clientes también, y las horas ya no alcanzan. Ese es el punto donde muchos deciden dejar su empleo y dedicarse de lleno al proyecto. Pero incluso ahí, la recomendación es no correr.
Tener un fondo de emergencia, un historial de ingresos estables y un plan claro para los primeros seis meses puede marcar la diferencia entre un emprendimiento exitoso y uno que se apaga en el camino.
En una economía volátil, la planificación no es opcional. Es una necesidad.
No todo es ingreso: también se trata de sentido
Uno de los motivos más poderosos para emprender no es el dinero, sino el propósito. La posibilidad de crear algo propio, de construir una identidad laboral que refleje lo que se es y lo que se cree.
Para muchos, el empleo representa seguridad, pero no significado. El emprendimiento, en cambio, representa posibilidad. No siempre fácil, no siempre seguro, pero sí lleno de sentido.
Y eso, para una generación que valora la autenticidad, la flexibilidad y el impacto, vale más que un título o una oficina con aire acondicionado.
Un país que también aprende a emprender
La cultura emprendedora en República Dominicana está en proceso de maduración. Aunque aún faltan políticas de financiamiento más accesibles y una red de apoyo sólida, ya se ven avances: desde ferias de emprendedores hasta programas gubernamentales que acompañan a quienes empiezan desde cero.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), más del 90 por ciento de los negocios registrados en el país son microempresas. Es decir, negocios nacidos de la iniciativa de personas que, como Ramón o Johanny, un día decidieron intentar algo distinto.
Pasar de empleado a emprendedor no es una fórmula ni un mandato. Es una decisión personal que requiere reflexión, constancia y preparación. Pero es, sobre todo, una posibilidad real.
No todos están llamados a emprender, y eso está bien. Pero quien lo desea, quien lo siente, quien lo anhela, debe saber que no está solo. Que hay caminos, hay recursos, hay ejemplos. Y que a veces, lo que empieza como un sueño pequeño entre turnos y reuniones, puede convertirse en la historia que lo cambia todo.