Por Dra. Marcia Castillo (neuróloga)
De S. Freud se han escrito muchas cosas, como que fue un asiduo lector del Quijote; por su parte, C. Jung lo era de Dostoievski. Dalí estaba obsesionado con las lecturas científicas del Dr. Watson y Crick y sus descripciones de la doble hélice del ADN. Los libros son el salvoconducto para transitar el mundo; nos ayudan a mirar la vida desde otros ángulos y dimensiones. En relación con esto, pero refiriéndose netamente a la poesía, si no me traiciona la memoria, Octavio Paz escribió algo así: “A menudo uno se busca en un poema y no es raro que lo encuentre; el poema ya lo lleva dentro”. Un libro también es una radiografía vital y personal; es para cada quien algo diferente.
Pero tienen un propósito general: iluminarnos, darles fondo y forma a las cosas.
Cuando Antoine de Saint-Exupéry escribió el maravilloso prólogo de su libro “El Principito”, pidió perdón a todos los niños, ya que se lo estaba dedicando a un adulto, a su amigo León, que en ese momento estaba en el frente pasando hambre, frío e infinitas calamidades, y temía no volver a verlo; esa fue la ofrenda de amor que pudo darle en ese momento. Hoy ese prólogo está entre los 20 prólogos más hermosos de la historia de la literatura, y su amigo pudo leerlo y vivir mucho tiempo, cosa que no pasaría con nuestro autor.
“El Principito” ha acompañado a muchas generaciones en diferentes momentos históricos de sus vidas. ¿Será posible hacer una lectura desde la neurociencia y aplicarla a la cotidianidad en algunas de sus intervenciones? Esto quedaría como un bagaje para todos aquellos que consideramos este libro especial y único. ¡Veamos!
1. “Dibuja un cordero para mí”: el Principito le pide al narrador una imagen de un cordero. El Principito usa su imaginación para visualizar un cordero como si fuera real en su mente. Aquí encontramos un correlato con el “sistema de simulación” del cerebro, que es responsable de crear modelos internos de la realidad. El Principito es capaz de utilizar su sistema de simulación para crear un modelo mental del cordero; la creatividad y la abstracción son parte de las funciones que quedan demostradas (en una caja hay un cordero, no se ve, pero ahí está).
2. “¿Qué significa domesticar?”: el Principito le pide al zorro que lo domestique. El zorro le explica que “domesticar” significa establecer un vínculo especial y único entre dos seres. Esto se relaciona con la “teoría de la mente”, que es la habilidad de comprender los pensamientos y emociones de otros individuos. El Principito y el zorro establecen este vínculo especial a través de su conexión emocional, la cognición social y las células espejo; empatía, en fin, es manifestar la capacidad para entender los sentimientos del otro y ponerme en su lugar; por eso también “Eres responsable de aquello que domesticas”. Aquí entra la responsabilidad aquiescente de la alteridad sin subsumir ni coartar al otro.
3. “Los baobabs”: el Principito explica al narrador la importancia de arrancar los baobabs cuando son pequeños para evitar que crezcan demasiado y destruyan su planeta. Este escenario evoca el concepto de “inhibición cognitiva”, refiriéndose a la capacidad para gestionar nuestros pensamientos y comportamientos. Arrancar un baobab antes de que enraíce es parte de identificar las conductas y relaciones perniciosas en base a la inteligencia emocional: “Si miras mucho tiempo al abismo, el abismo terminará mirándote a ti”.
4. “Los hombres de negocios”: siete hombres de negocios que se dedican a contar las estrellas (la tardomodernidad, la celeridad y la agonía del tiempo en siete días). Este escenario se relaciona con el concepto de “obsesión”, que es una forma de pensamiento repetitivo y pseudoproductivo. Los hombres de negocios tienen una obsesión con contar las estrellas, lo que los hace inútiles y no tienen tiempo para disfrutar de otros aspectos de la vida. ¿Cuánta vida está costando la vida?
5. “El viaje del Principito”: el Principito viaja a diferentes planetas y se encuentra con diferentes personajes. Este escenario se relaciona con el concepto de “pensamiento divergente”, que se refiere a la capacidad de generar múltiples soluciones para un problema. El Principito utiliza su pensamiento divergente para resolver problemas y adaptarse a diferentes situaciones en cada planeta que visita; nos muestra la importancia de la flexibilidad cognitiva y la resiliencia ante los cambios para poder adaptarnos.
La neurociencia aplicada a la narrativa nos permite acercarnos a todas las generaciones a través de los libros que los han acompañado; en este caso, para algunos fue un decálogo de amor en tiempo de adolescencia; para algunos adultos sigue siendo una reflexión sobre la gratitud y, sin duda, es una obra maestra de la literatura universal.
Como Saint-Exupéry, pido perdón por usar este libro para reflexiones científicas, pero ¿quién más que un niño puede enseñarnos? Ellos son maestros por naturaleza, y como dijo su propio escritor: “Todas las personas mayores han sido niños antes (pero pocas veces lo recuerdan)”. Y termina corrigiendo la dedicatoria: A León Werth, cuando era niño.