Por Dra. Ivette Joga, residente de Psiquiatría
Foto tomada de: https://bitly.ws/37CqP
En una época de alegría y unión, donde el aire se llena con la calidez de las luces festivas y risas de los seres queridos, existe una lucha silenciosa para quienes asumen la responsabilidad de cuidar a pacientes psiquiátricos. La Navidad conlleva un peso adicional: una carga tejida con hilos de amor, resiliencia y desafíos que acompañan a las enfermedades mentales.
Mientras el mundo se viste de festividad, los familiares de pacientes psiquiátricos se encuentran enredados en una red de emociones que trascienden la alegría de la temporada. Las decoraciones brillan, pero tras esa fachada, estos navegan las sombras de la incertidumbre del qué vendrá, el cansancio y el miedo siempre presente a la posible alteración del aparente equilibrio.
El rol del cuidador se vuelve una danza entre atender las necesidades del ser querido y mantener la apariencia de “normalidad”. Las reuniones festivas se convierten en una cuerda floja, por el deseo de equilibrar la alegría con sus responsabilidades. Existe una presión para garantizar una experiencia navideña perfecta e ignorando el anhelo del cuidador por momentos más simples de solo conexión, alegría y a la vez, tranquilidad.
Como si fuera poco, debajo de la superficie, crece una tormenta de emociones. Entre ellas está la culpa por sentir la alegría del momento, tristeza por añorar celebraciones sin preocupaciones y miedo de engatillar angustia en su ser querido. La dicotomía de las festividades sobre la batalla silenciosa de la salud mental es una historia que a menudo se pasa por alto.
La soledad también se convierte en una compañía indeseada para los cuidadores durante las festividades. Mientras el resto del mundo goza de la compañía de familiares y amigos, el cuidador suele solo estar acompañado de sus responsabilidades, del peso de ser el único apoyo para su familiar y de la ausencia de empatía de quienes desconocen los desafíos del papel de cuidador.
Sin embargo, en medio de las sombras, existe una reserva de fortaleza dentro de los cuidadores. Su amor se convierte en un faro que los guía a través de las noches más oscuras. En los sacrificios silenciosos realizados a puerta cerrada, en los incansables esfuerzos por crear momentos de alegría y en la resiliencia contra la tempestad de las enfermedades psiquiátricas, los cuidadores encarnan el verdadero espíritu de la Navidad: un espíritu arraigado en la compasión, la comprensión y el compromiso inquebrantable.
Al reconocer la carga del cuidador durante la Navidad, allanamos el camino para una sociedad más compasiva. Al priorizar la comunicación, abordar necesidades específicas y mantener un equilibrio entre las rutinas terapéuticas y la alegría navideña, los cuidadores pueden crear un entorno de apoyo para sus seres queridos, iluminando así el camino para los cuidadores y sus seres queridos, fomentando la esperanza y la unidad frente a los desafíos de salud mental.
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