Dra. Stephanie Peña, nutrióloga clínica
Foto: https://fundacionveg.org/somos-lo-que-comemos/
Ludwig Feuerbach, el célebre filósofo alemán, conocido como el padre intelectual del humanismo ateo contemporáneo, expresó en 1850 que “el hombre es lo que come”, frase que da origen al dicho: ¡Somos lo que comemos! Y claro que esto no solo se limita al sobrepeso, obesidad y las enfermedades asociadas, sino también incluye la salud mental, ya que tiene una relación directa con los hábitos alimenticios.
Las dietas que incorporan un alto consumo de vitaminas y minerales de origen natural (frutas, granos, cereales, oleaginosas y vegetales), acompañada de un alto consumo de agua, contribuyen a mantener un equilibrio en la química cerebral, y por ende, en el estado anímico y emocional de las personas. Así también, por ejemplo, consumir alimentos ricos en serotonina (soya, queso, pescado, lentejas y semillas), ayudan a combatir la depresión. La cantidad elevada de esta sustancia en la sangre genera una sensación de placer y de bienestar, y ayuda a disminuir el deseo de comer carbohidratos y azúcares.
Hoy, gracias a las investigaciones y estudios científicos conocemos factores que intervienen en el equilibrio del estado anímico y la salud mental, como es el caso de la carencia de vitamina B12 asociada a una amplia gama de manifestaciones clínicas que van desde un simple cambio de ánimo, psicosis, hasta alteraciones que incluyen cuadros de demencia y delirio. Esta vitamina, aunque es sintetizada por un gran número de bacterias intestinales, se aprovecha mínimamente, pues esto ocurre muy lejos del lugar donde se absorbe y lamentablemente se elimina en las heces. Los alimentos cuya fuente dietética la poseen son las proteínas animales, como las carnes, ya que las frutas, cereales y verduras suelen carecer de B12.
Otro es el glutamato monosódico, el cual es un aditivo que se utiliza en los alimentos procesados y ultraprocesados, considerado como el quinto sabor, descubierto recientemente y conocido como sabor umami, descrito como un sabor “sabroso”, este se ha implicado en la neurotoxicidad y degeneración de células del cerebro que, junto a otros elementos, se ha asociado a la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer; se ha relacionado con la ansiedad, sobrepeso y obesidad por la facultad adictiva que le proporciona a los alimentos que lo contienen, como son ciertos platos asiáticos, sopas envasadas, papas fritas y carnes procesadas y ultraprocesadas, snacks, entre otros.
Claro, es bueno aclarar que el glutamato aparece de forma natural en alimentos como el queso curado, y que su consumo moderado no afecta la salud, según la OMS y la FAO, posicionándolo en la misma línea de la sal y el azúcar.
Disbiosis intestinal
La disbiosis intestinal se refiere a un desequilibrio en el microbiota intestinal, lo cual puede afectar negativamente al estado de ánimo debido a la comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro, conocida como el eje intestino-cerebro. Este desequilibrio puede influir en la producción de neurotransmisores, como la serotonina, también llamada la hormona de la felicidad, que afectan el estado de ánimo. Además, la inflamación y la permeabilidad intestinal asociadas con la disbiosis pueden desencadenar respuestas inflamatorias en el cerebro, contribuyendo a problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad.