Foto: https://beersandpolitics.com/el-senor-de-las-moscas-william-golding
Por Dra. Marcia Castillo
Un recién nacido es extraviado en la selva. Allí aprende a convivir con todo lo viviente, se desarrolla y se hace adulto. Desconoce la maldad y la hostilidad, come solo cuando tiene hambre, duerme solamente cuando tiene sueño y bebe únicamente cuando tiene sed.
Estos son los fundamentos de “El buen salvaje”, teoría filosófica que sostiene que los seres humanos en su estado primigenio, antes de estar en contacto con la “civilización” y la sociedad, son esencialmente buenos, puros y libres de vicios y corrupciones que permean el mundo moderno. La teoría es atribuida a Jacques Rousseau, quien postula que vivir en la naturaleza, lejos de las influencias perniciosas de la sociedad, permite a los individuos ser auténticos y vivir en koinonía[1] con su entorno. Para Rousseau, la maldad, al igual que la falta de solidaridad, que paradójicamente son un subproducto del engranaje social, también resalta los aspectos negativos de la modernidad, como la desigualdad, la violencia y la explotación del otro. El ser primitivo, contrariamente, procura la armonía con su entorno y la equidad cimentando las bases de una existencia auténtica y feliz.
Pero, ¿y si este mismo niño es abandonado luego de haber convivido bajo cierta estructura social y contención moral? ¿Qué pasaría si un grupo de educados escolares tuvieran un fatídico accidente sin adultos a cargo, sobreviviendo sin responder a normas ni leyes? ¿Actuarían en armonía con la naturaleza y sostendrían el mismo respeto por sus congéneres?
Estructuras gregarias, violencia infantojuvenil, salvajismo del malo
En 1954, William Golding publicó su novela El señor de las moscas. En ella retrata hasta dónde puede llegar la degradación del espíritu humano en situaciones extremas, pero lo que más martilla la psiquis del lector es que estamos hablando de niños, un grupo de estudiantes ingleses de un prestigioso colegio que terminan torturándose y destruyéndose unos a otros. Es imposible no cuestionarse de dónde emerge está profunda y encarnizada crueldad humana, en qué punto nos animalizamos y por qué decidimos tomar participación pasiva o activa ante ciertas barbaries, aunque estemos hablando de niños.
El grupo inicialmente establece una cierta estructura social, eligiendo a Ralph como su líder, se asignan roles y responsabilidades. Sin embargo, las carencias, el miedo y las luchas de poder prontamente desestabilizan todo. Otro niño, llamado Jack, establece la oposición con un estilo de liderazgo autoritario y totalitario. Así comienza a germinarse violencia y caos en la isla, el espíritu inicial de civismo se va fisurando y emergiendo una descontrolada horda, bandos, enfrentamientos, hasta surgen figuras de falsos dioses que infunden terror y anuncian la debacle que se avecina.
El incremento de la violencia infantojuvenil es un acontecimiento que ha sacudido la población. Su escalada es vertiginosa. Niños que maltratan otros niños generando un profundo cuestionamiento: ¿quién es la víctima y quién el victimario? Visto desde afuera todos parecen tener una respuesta clara, pero según los expertos el entramado psicosocial es más complejo y plural de lo que queremos asumir. Un ejemplo patente son los archivos de criminalidad infantojuvenil que pasaron de ser casos aislados a ser cada vez más vigentes en el último medio siglo. En lo concerniente a las teorías psicosociales, en la próxima entrega las analizaremos. Finalmente, no olvidemos la frase de Cormac McCarthy: “A menos que enseñemos a los niños la Paz, alguien más les enseñará la Violencia”.
Golding ofrece un panóptico de la naturaleza humana reflejando que a cualquier edad existe una lucha gregaria por el poder, y cuando caen las estructuras de contención terminan escollando una violencia más allá del mero instinto de supervivencia. La historia nos coloca frente el espejo y provoca una cuestión sobre la esencia de hombre, la noción del bien y el mal y los instintos que subyacen en nosotros.
Disculpe Sr. Rousseau, tal vez puede que uno sea un buen salvaje, pero no todos los “ismos” han sido buenos. El salvajismo es uno de los malos, sin duda.
[1] La palabra proviene del griego κοινωνία (koinonía), que traduce ‘comunión’ o ‘participación en lo común’.
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